Inti Raymi-Fiesta del sol, segun los Cronistas.


Varios son los cronistas que mencionan fiestas llevadas a cabo durante el Incanato.
 Este es el caso de Pedro Cieza de León, quien  publicó parte de su obra en Sevilla el año de 1553,
Su comentario  pone de manifiesto la importancia de las crónicas en la historiografía americana; pero, hay que tener en cuenta que existen pequeñas contradicciones en algunos nombres y fechas entre los autores del siglo XV, debido principalmente al desconocimiento de los idiomas aborígenes, así como del orden social y cultural de aquellos pueblos, muy diferentes a los europeos del renacimiento. De ahí que sean los cronistas de la década posterior quienes recojan con mayores luces los más profundos aspectos del lncanato, mediante el estudio de documentos; pero en contrapartida, éstos pierden la frescura de la narración contada desde la observación directa, exceptuando a cronistas indígenas o mestizos, como Guamán Poma de Ayala, Garcilaso de la Vega y Santa Cruz Pachacuti Yanque Salcamaygua.
 Juan de Betanzos, escribio su obra en 1551, desde la panaca real de Atahualpa a la que pertenecía su esposa, y por conocer perfectamente el idioma nativo, explica que el gran héroe Inga Yupangue o Pachacutec estableció un calendario de doce meses con treinta días y señaló las fiestas y sacrificios que cada mes se debían hacer. Según Betanzos, Pachacutec programó también que el año comenzase en el mes llamado pucoy quillaraimequis, correspondiente a diciembre del calendario juliano. En ese tiempo instituyó la fiesta del Raymi, en la que se daba la categoría de orejones a los adolescentes nobles. A enero llamó hatumpo coiquis, a febrero allapo coiquis, a marzo pacha pocoiquis, a abril ayriguaquís, a mayo huacay quos quiquilla. En esos días Pachacutec ordenó una fiesta al Sol muy solemne, en la cual se hacían grandes sacrificios para dar gracias por poder disponer de tierras de labor y por los maíces cosechados en ellas; duraba hasta fin de junio, mes conocido como atún quosquiquilla. Se llamaba yaguayracha aymoray y se celebraba en la plaza de Rimacpampa. A julio llamó caguaquis, no se celebraba entonces ninguna fiesta porque quiso que todo el tiempo se dedicase a la siembra y cultivo de papas, maíz y quinua. Agosto se llamaba carpaiquis y septiembre satuaiquis. En este último mes instituyó dos fiestas: en una el ritual consistía en levantarse a media noche y lavarse hasta la llegada de día,  golpeandose en la espalda, pensando que de esta forma expulsaban sus males y dolencias. La otra fiesta - poray upia- se dedicaba a las aguas en la conjunción de los ríos cusqueños Sapi y Guatanay. En octubre, llamado omarime quis, tampoco había fiesta en el Cusco. A noviembre llamó cantaraiquis; era cuando se comenzaba a hacer la chicha que bebían en diciembre y enero todos los participantes en la fiesta de los orejones ya mencionada.
 En las descripciones de Betanzos, se mencionan tambien como  se hallan recogidas todas las deidades y los elementos básicos pan andinos, que hasta ahora perduran en la tradición y el folklore de los actuales pueblos o ciudades del Perú, y especialmente en el Inti Raymi.

 Pedro Sarmiento de Gamboa, cronista del virrey  Francisco de Toledo, en cuya compañía recorrió el virreinato del Perú entre 1568 y 1579, tiempo en el que compuso su obra, citó que había cuatro fiestas principales durante el año: Raymi o Capa Raymi, en la que se ordenaba orejones a los adolescentes nobles; a dicha fiesta se denominaba huarachico. Otra era la Situa; en ella se desarrollaba un ritual semejante al primer festejo descrito por
Betanzos en el mes de septiembre. La tercera, dedicada al dios Sol, se llamaba Inti Raymi y la cuarta Aymuray .
 Garcilaso de la Vega, el primer escritor mestizo americano, oriundo del Cuzco, dice que Raymi significaba pascua o fiesta solemne. Al igual que Sarmiento de Gamboa habla de cuatro ceremonias principales, pero según su relato los actos más solemnes se hacían en la llamada Intip Raymi, celebrada en honor del Sol al pasar el solsticio de junio .
 Sin embargo, Guamán Poma de Ayala, un indígena noble que publicó su crónica en 1613, señaló que las mayores ceremonias se realizaban durante enero, en el Capac Raymi, tiempo dedicado al descanso, ayunos y penitencias. Ciertamente, parte de él, la fiesta del Inti Raymi estaba dedicada al Sol, pero según su versión era más moderada y tenía como ofrenda principal la capacocha: el sacrificio de quinientos niños, enterrados vivos con vajillas de oro y plata. 

 El mercedario fray Martín de Murúa escribió hacia 1614 que el séptimo mes, correspondiente al mes de  junio, se llamaba aucay cuzqui inti raymi y en él se celebraba el Inti Raymi: la fiesta del Sol, la cual después coincidió con la del Corpus Christi.
 Asimismo, para Murúa el ritual máximo, llamado Capacraymi, se efectuaba en diciembre, el primer mes de año, cuando se ordenaban orejones a los adolescentes incas.
 El jesuita Bernabé Cobo, cuya obra salió a la luz en 1653, indica que entre los dioses de los Incas más importantes después de Viracocha estaba el Sol, cuya veneración creció mucho por considerarse éstos hijos suyos; de ahí que en junio, el mes séptimo de su calendario, llamado aucay-cuzqui, se le dedicase el Intí-raymi, una fiesta de gran esplendor. Pero según sus informaciones, la más importante era la celebrada en diciembre, el primer mes del año, llamada Raymi, en la que se armaba caballeros a los muchachos nobles.
Tres días antes del fijado para la ceremonia mayor, los hombres comenzaban a ayunar, no comían sal ni ají
 También estaba prohibido mantener relaciones sexuales y encender fuego en la ciudad. Por su parte, las mujeres preparaban comidas y unos panecillos de maíz, redondos al igual que las manzanas, llamados sunccu, y bebidas, como la chicha, mientras que los sacerdotes escogían los auquénidos, destinados al sacrificio.

Con estos preparativos se llegaba a la jornada principal. Muy temprano, la comitiva, al frente de la cual se hallaba el 1nca, se trasladaba al templo, se descalzaban los orejones; el Inca lo hacía al llegar a la puerta y después entraba en el sagrado recinto para adorar la imagen y sus vasallos aguardaban fuera. Seguidamente, se trasladaban todos al lugar de los sacrificios, donde según Bernabé Cobo eran ofrecidos mas de cien carneros o auquénidos; entretanto, todos oraban y pedían por la salud del astro rey y del imperio.

Terminado este acto, los sacerdotes se dirigían a una planicie, junto con el Villac Umu, el Sumo Sacerdote, quien una vez llegados, tomando en sus manos un brazalete cóncavo de oro, en el que se concentraban rayos del sol, y una paja muy seca, conseguía que ésta ardiera. De esa forma creían que recibían el fuego del propio Sol, y como era sagrado, ordenaban su traslado a los acllahuasis o casas de las vírgenes del sol para que lo mantuvieran siempre vivo.

Después, en la plaza de Huacaypata, el Inca alzaba un vaso ceremonial, llamado quero, lleno de chicha, y antes de beber la esparcia  a los cuatro vientos, que representaban a los cuatro suyos o partes del imperio. A continuación comenzaban los cánticos y las danzas, precedidas de un ritual, protagonizado por el mismo Inca. Todos participaban en aquellos bailes o taquis, animados por la presencia de las vírgenes: mamaconas, acllas y doscientas muchachas portadoras cada una de un cántaro lleno de chicha, que los danzantes consumían en el fragor del baile. Culminaba la fiesta con la procesión del Monroy Urco, una soga de extraordinaria longitud que rodeaba la plaza, a la cual los danzantes se asían cantando, mientras recorrían su perímetro. La soga era de oro, y la reverenciaban como a cordones del dios Sol.
Después de la llegada de los españoles al imperio incaico, en el año 1572,  el Virrey Francisco de Toledo prohibió esta celebración por considerarla como una ceremonia pagana y contraria a la fe católica, ya que los incas adoraban al dios Sol. Sin embargo se siguió realizando de manera clandestina.
 










 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante. :-)